Casi todos escogieron el mar Al igual que los insectos, los crustáceos son artrópodos y, como si se hubieran dividido el mundo, los primeros se quedaron en los aires y en tierra firme, mientras que los segundos pululan en las aguas. Representados por unas 25.000 especies, son mucho menos numerosos que los insectos. Abundan en las enormes superficies planctónicas y, elementos dominantes de las cadenas alimenticias marítimas, desempeñan un papel determinante en la economía de la naturaleza: los crustáceos son comidos, tanto en el estado larvario como en el adulto, por todos los demás animales, desde la simple hidra hasta los peces y el hombre. Un gran número de crustáceos ha permanecido en su medio original: el mar. Los del plancton son pelágicos, es decir, nadan o flotan en alta mar. Otros viven sobre el fondo, caminando, arrastrándose o sujetos a un soporte: se trata de las formas bentónicas. Los crustáceos descienden hasta las profundidades, y llegan a encontrarse incluso en las fosas oceánicas bajo aspectos a veces muy curiosos. Otros viven cerca del litoral o llevan una existencia anfibia. Algunos de ellos habitan en las playas arenosas, donde excavan madrigueras, o se instalan en los manglares, zonas costeras con tupida vegetación y constituidas de lodos y de limos. Algunas especies se han adaptado a vivir en aguas salobres. También hay crustáceos que han abandonado su medio originario y han conquistado la tierra firme, en la que ocupan biotopos extremadamente variados. En resumen, podemos decir que los crustáceos pueblan las zonas acuáticas del globo desde las regiones polares hasta las aguas calientes de las fuentes termales, y que viven tanto en los torrentes como en las aguas subterráneas, e incluso en los ríos o regiones húmedas del interior de los continentes (como, por ejemplo, el cangrejo de agua dulce).