El color: la obsesión de la realidad
El complemento indispensable: el color En Egipto, las obras realizadas en piedra caliza estaban pintadas: la piel de los hombres de ocre rojo, la de las mujeres de ocre amarillo, las pelucas de negro, y de blanco las ropas. Sólo se dejaban de pintar las estatuas talladas en la piedra dura, pero se resaltaban los ojos de forma realista fijando en la cavidad una piedra blanca y otra negra por medio de yeso. En la Edad Media se conservó esta tradición de colorear la escultura, como lo atestiguan, por ejemplo, las cabezas de reyes de la galería de Notre-Dame (rosa la encarnadura y oro las coronas, los cabellos y las barbas). Los contratos que se conservan con los artistas demuestran que pintar las obras esculpidas no se consideraba en forma alguna una operación secundaria. Por el contrario, estaba confiada a maestros de renombre que cobraban tanto como el escultor.
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