Capítulo VII. Qué es la utopía agraria
Naturaleza Los compromisos políticos y sus presupuestos utópicos determinaron visiones paradójicas de la naturaleza. Encontramos en los diversos autores mencionados la tendencia a exaltar la naturaleza visible, siguiendo en ello a los pronunciamientos del clero español en los tiempos coloniales, así como a las expresiones del romanticismo alemán (Schiller, Goethe y Novalis). Pero, de igual manera, se repudia la naturaleza considerada hostil, el paisaje desértico y los territorios áridos, así como a los pobladores que los habitan. En la primera de las posiciones, se recuerdan visiones clásicas y ancestrales que perviven en el imaginario colectivo, como el de una naturaleza objeto de contemplación y de disfrute estético. Dicen J. Lens Tuero y J. Campos Daroca en su estudio sobre la mitología grecorromana[2] que esta disposición ya se encuentra en los textos más antiguos: en los mitos de los orígenes, la tierra, madre común y generosa, aportaba alimento suficiente para todos sin necesidad de trabajo. Como complemento de esta actitud, se defiende también la imbricación entre las condiciones ambientales y la fisiología, atendiendo al concepto de excelencia climática, que alude a unas condiciones en las que los humanos pueden vivir en un ambiente paradisíaco, sin vestido ni más lecho que la propia naturaleza. En el marco americano de finales del siglo xViii y primeras décadas del siglo xix, la defensa de la singularidad geográfica y climática americana, realizada por los prohombres de la independencia, tiene dos propósitos: uno político, que apunta a la consolidación de la identidad criolla frente a las potencias coloniales,[3] y otro socioeconómico, que busca convertir la naturaleza en un recurso para la población y por tanto un medio para asegurar la autonomía y el control sobre las fuentes de riqueza. De este entusiasmo por lo propio y siguiendo la estela de Alexander von Humboldt, se deriva la acogida favorable a los tratados de Claudio Gay, José Amado Pissis, Ignacio Domeyko, Vicente Pérez Rosales y Víctor Martín de Moussy,[4] que, auspiciados por los gobiernos, contienen abundante información sobre la geografía, flora y fauna de las regiones que aquí examinamos. Después, parte del contenido de estos trabajos servía para confeccionar textos y folletos con una intención eminentemente publicitaria. Pérez Rosales reconoce basarse en ellos en sus obras y Alexis Peyret cita a Martín de Moussy en Una visita a las colonias de la República Argentina.[5]
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