Dinámica de grupos
El valor de la periferia Figura 79. José Duarte, Manuel García, Fernando Carbonell, Antonio Giménez Pericás y Alejandro Mesa en la exposición Norte y Sur, mayo de 1962 (foto archivo del Círculo de la Amistad). Los grupos de Estampa Popular existían en sus exposiciones. Dada la independencia con que funcionaba cada núcleo, eran precisamente los momentos de coordinación colectiva los que daban cuenta de la existencia de algo que iba más allá de local (incluso, a veces, de lo individual). En sus dos primeros años de actividad, Estampa Popular configuraba ya una red que recorría el país de norte a sur, con algunas muestras también en el extranjero. Entre sus componentes, ya lo hemos visto, había vínculos de amistad y de colaboración que habían llevado, por ejemplo, a la participación de artistas cordobeses en la primera muestra del Grupo Sevilla. Desde el principio fueron las agrupaciones jóvenes, las de «provincias», las que promovieron la celebración de las exhibiciones que implicaban a varios grupos. La primera muestra colectiva de cierta envergadura de Estampa Popular fue la titulada Norte y Sur, y se celebró en la galería Céspedes del Círculo de la Amistad de Córdoba, en mayo de 1962.[1] El contacto establecido entre todos los artistas que participaron en ella debió tener como nudo central y punto de encuentro a la ciudad de Madrid. Tras la exposición en San Sebastián, Ibarrola tuvo que pasar un tiempo en la capital, en casa de Pericás.[2] Allí entró en contacto de nuevo con los miembros de Estampa Popular de Madrid y, sobre todo, con los de Córdoba, que eran miembros del Equipo 57 y del Grupo Córdoba como vimos. En Norte y Sur también participaron varios poetas de Estampa Popular de Vizcaya con escritos en el catálogo, así como Antonio Giménez Pericás con la conferencia Hacia una localización del realismo. José García Ortega, que ya había compartido cartel con los artistas vascos en su primera exposición, también figuraba como expositor, aunque esta vez como artista individual, no como componente de ningún grupo. La sala cordobesa en que tuvo lugar Norte y Sur estaba bajo el asesoramiento de Antonio Povedano[3] que se encargaba de los dos espacios del Círculo de la Amistad. Además en la institución se desarrollaba una gran variedad de actos culturales, entre ellos las representaciones de grupos de teatro de ensayo[4] y las proyecciones de un cineclub. Eventos todos ellos que pertenecían a una tipología de actos culturales muy frecuentada por los intelectuales antifranquistas, donde los debates eran el punto fuerte. El Círculo de la Amistad era, a principios de la década, una de las instituciones donde más posibilidades había para la apertura cultural en la ciudad.[5] Curiosamente, en la muestra de Estampa Popular en Córdoba no participó ninguno de los grabadores madrileños. Además de Ortega otros dos artistas aparecían en solitario, sin adscripción a grupo alguno: Juan Serrano y Cristóbal Aguilar. El primero era arquitecto y había sido miembro del Equipo 57, no sabemos en qué consistió su aportación a la muestra ya que además no se reproduce ninguna obra suya en el catálogo (quizá se tratara de alguna maqueta, de modelos, bocetos, fotografías o de algún objeto de diseño). Era la primera y única vez que aparecía citado exponiendo con Estampa Popular y es de suponer que su colaboración debió de tener que ver, sobre todo, con su amistad con algunos grabadores y con su apoyo a la naciente iniciativa, no con la voluntad de integrarse en la agrupación. Cristóbal, que pertenecía al Grupo Sevilla, aparecía en la muestra cordobesa separado de sus otros dos compañeros. Esto podía ser síntoma de las fisuras que, casi desde el principio, habían existido en el seno de la agrupación acerca de los lugares donde debía mostrarse su obra: si en galerías o en ámbitos alejados de lo comercial. Era el preludio del desmembramiento del grupo sevillano y de la creación de Estampa Popular de Sevilla, con Cristóbal como aglutinador. Finalmente, en la nómina de participantes se advertía que el anterior Grupo Córdoba se había convertido en Estampa Popular de Córdoba. Bajo este nombre aparecía, entre sus integrantes, José Duarte,[6] que sería el encargado de organizar el grupo en lo sucesivo. Se acusaba también la ausencia de Segundo Castro que, por aquel entonces, estaba ya fuera de España. Los componentes de Estampa Popular de Vizcaya, por su parte, no habían sufrido modificaciones, aunque ahora se hacía referencia al grupo de poetas como componentes de la agrupación. Figura 80. Alejandro Mesa, sin título, s.f., obra reproducida en el catálogo de la exposición Norte y Sur, mayo de 1962. Siguiendo esta línea de buscar insertar el arte en el orden cotidiano, en las actividades habituales de la vida, algunos de los artistas cordobeses habían participado (con pintura, no con estampas) en una exposición al aire libre celebrada en el barrio de Cañero, un barrio obrero de la ciudad que había sido edificado en los años cincuenta.[7] Se reproducía así en Córdoba un esquema similar al de las Exposiciones de Primavera madrileñas aunque acercándose a un público fundamentalmente compuesto por trabajadores en un ambiente que les era familiar. A pesar de dicho precedente, esta muestra de Estampa Popular tuvo lugar en una de las pocas salas dedicadas al arte de la ciudad. Como se puede apreciar en las fotografías de la exposición Norte y Sur, así como en las reproducciones del catálogo, en la sala también se exponían pinturas, no sólo grabados [Figura 9]. En las paredes se distingue la potencia de las figuras de Ibarrola. Su trabajo denotaba no sólo sus investigaciones en la abstracción geométrica, sino también una cultura visual que había de incluir, entre otras cosas, el cine expresionista. Todas las obras estaban enmarcadas de un modo muy sencillo, agrupadas por autores. Las pinturas de Mesa y Duarte reproducidas en el catálogo acusaban, por su parte, la influencia picassiana y del expresionismo. En todo el catálogo sólo se reproducía un grabado en linóleo, obra de Manuel García, todo lo demás era pintura [Figuras 80 y 81]. Aunque no sabemos quién fue el último responsable del diseño y la confección del catálogo de la exposición cordobesa, el empleo de papeles de distintas texturas y colores (entre ellos, el papel de envolver que le caracterizaba) hace pensar en la intervención de Ortega en su elaboración. En el catálogo se incluía una reflexión teórica de Antonio Giménez Pericás, que también se había encargado de esta tarea en la muestra en San Sebastián.[8] En todas sus colaboraciones con Estampa Popular trataba el tema del realismo, que también era el asunto principal de su conferencia. En su caso no se trataba ya sólo de textos de apoyo, de interpretaciones o evocaciones sugeridas por las imágenes, sino de buscar una explicación teórica para la opción plástica elegida. Dado que todos los componentes de la agrupación vasca participaban en tertulias y exposiciones conjuntas desde hacía tiempo, y dado también el contacto mucho más directo de Pericás con estos artistas, era forzoso que, en este caso, existiera una mayor conexión entre el crítico y los creadores. Según explicaba Giménez Pericás, el realismo no era tanto una cuestión estética como una opción ética, se trataba de «una actitud». Esta idea justificaba muestras como la cordobesa, donde se reunían obras formal y temáticamente diversas. Empleando un vocabulario, interpretación y razonamientos que debían muchísimo al marxismo y que ya aparecían en sus artículos del momento,[9] explicaba el esarrollo de la historia del arte así como aquellos rasgos que separaban y unían a España con lo universal. En consonancia con afirmaciones como la de Engels en su carta a Margaret Harkness,[10] Pericás, hablaba de ocuparse de los acontecimientos con «vigencia universal» que se escondían en lo particular y lo diferente. Así lo comprobamos en este fragmento, donde también trataba de explicar que lo «popular» tenía que ver con entender que el lugar del artista, en la sociedad y en el mundo, estaba al lado del pueblo por identificarse con él: «Posición de «ESTAMPA POPULAR» es una muestra preparativa de síntesis entre puntos de vista o bases de tiro apuntando a la misma diana. El realismo no es uniformidad porque los ámbitos son ricos en diferencias y los artistas pródigos en carácter, pero cada ámbito rebosa de unos acontecimientos que se producen con vigencia universal y los hombres tienen los mismos rotundos apetitos y caen de semejantes caídas. El adjetivo «popular» no es un capricho demagógico, no es el propósito de «acercar el arte al pueblo», con la pretensión vanidosa de que un lenguaje estético encontrado a costa de mucho sufrimiento y delicada atención persiguiendo un estilo, vaya a ser superior o algo más elevado que el rico entenderse dialectal. «Popular» quiere decir que somos lo mismo o que la misma vida —los acontecimientos con sus distintos matices— los vamos a vivir todos. Que la fuente de inspiración, la realidad, es lo que está abajo, al nivel terreno de la existencia. El idioma, después, es cosa de trabajo y de dotes previas.[11]»
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