La apropiación de una identidad

La enseñanza de Maestros de obras en el marco de la reforma de las academias provinciales

Por R.D. de 31 de octubre de 1849[1] —rubricado por el nuevo ministro de Comercio, Instrucción y Obras públicas, Manuel de Seijas Lozano— se daba una nueva organización a las academias y estudios de las bellas artes. Dos motivos se aducían como principales responsables de la medida tomada: la postergación de este ramo con respecto al relanzamiento que ya habían observado otros y, sobre todo, el servicio que habría de prestar a la industria del país y a su riqueza. El utilitarismo y el pragmatismo de la mentalidad liberal-burguesa se dejan sentir por doquier; de hecho, la potenciación de estas enseñanzas, particularmente la del dibujo, se concebía como un medio para alcanzar otros objetivos más que como un fin en sí misma. De ahí que se inste a superar el enquistamiento de la fase anterior, que no permitió obtener de las bellas artes “grandes utilidades”. El provecho y la conveniencia en este terreno estaban cifrados en el dibujo de adorno y de aplicación a las artes industriales; hacia él había que orientar, pues, todos los esfuerzos. Sin embargo, las academias provinciales carecían de profesores destinados a esta enseñanza. Ésa es la razón por la cual:

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