Afrodita
Cuando, ante el rojo grita de la aurora,calló el silencio de la noche, vinosobre el mar la celeste Pecadora. En ella había todo don divino,y he aquí que al verla, los distantes astrosdetuvieron a un tiempo su camino, los dioses, cual lobos, tras sus rastros,disputaban a eternas dentelladassus rosas de sagrados alabastros; y ella, con el poder de sus miradas,sin inquietarla el Bien y el Mal apenas,hacía arder olímpicas ilíadas… —Venus, tú eres la mar porque en tus venaseternas ondas van; tú eres la Viday la Helena inmortal de las helenas. Tú eres la mar, y de la mar nacidayo sé que tus cabellos aun son algasy que, sobre tu vientre, el adanida es frágil barco; sé que tú cabalgasel planeta, y que son maravillosaslas dos valvas de nácar de tus nalgas; que tus orejas son conchas preciosas,y en tu nariz un caracol labradoabre sus dos ventanas misteriosas. Desde la nívea frente hasta el rosadopulgar del pie, se ve un temblor sonorocomo en un mar de mármol...
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