La cautiva (Espronceda)
La cautiva de José de Espronceda Ya el sol esconde sus rayos, el mundo en sombras se vela, el ave a su nido vuela. Busca asilo el trovador. Todo calla: en pobre cama duerme el pastor venturoso: en su lecho suntüoso se agita insomme el señor. Se agita; mas ¡ay! reposa al fin en su patrio suelo; no llora en mísero duelo la libertad que perdió. Los campos ve que a su infancia horas dieron de contento, su oído halaga el acento del país donde nació. No gime ilustre cautivo entre doradas cadenas, que si bien de encanto llenas, al cabo cadenas son. Si acaso, triste lamenta, en torno ve a sus amigos, que, de su pena testigos, consuelan su corazón. La arrogante erguida palma que en el desierto florece, al viajero sombra ofrece, descanso y grato manjar. Y, aunque sola, allí es querida del árabe errante y fiero, que siempre va placentero a su sombra a reposar. Mas ¡ay triste! yo cautiva, huérfana y sola suspiro, el clima extraño respiro, y amo a un extraño...
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