La corona de fuego: 48

25/03/2011 2.439 Palabras

La corona de fuego o los subterráneos de las torres de Altamira de José Pastor de la Roca Capítulo III - Órdenes ¡Ay! Que imprudente y ciego Su vértigo vehemente precipita Al entusiasta joven... ¡Oh! ¡Maldita Esa serpiente que en activo fuego La savia del amor, cruel, irrita! Bajo la solemne impresión que dominara al rey y a su joven protegido, con quien quedó a solas, siguió un momento de lúgubre silencio: necesitaba dar una tregua o suspensión al acto de aquel juicio tan repugnante por sus detalles, como interesante por las consecuencias mismas que se anunciaran y que prometían ser fecundas. Mandó, pues, despejar el ámbito de la pieza, quedando a solas con sus recuerdos y con su conciencia, en aquel lúgubre y tenebroso retrete. Pálido, el ojo apagado, desasosegado e inquieto, en vano buscaba en su imaginación la clave de aquel arcano que todavía preocupara su espíritu, manteniéndole en perpetua tortura y desasosiego: la existencia de Veremundo y de...

This website uses its own and third-party cookies in order to obtain statistical information based on the navigation data of our visitors. If you continue browsing, the acceptance of its use will be assumed, and in case of not accepting its installation you should visit the information section, where we explain how to remove or deny them.
OK | More info