La flor de las ruinas: 4
Por aquel tiempo había en la parte alta de Lisboa un barrio que destruyó el terremoto de 1755, y que no habia sido reedificado. Formaba anchas calles de ruinas sin belleza ni prestigio, decrépitas sin recuerdos, viejas sin nobleza, restos sin antecedentes y sin la solemne calma de la muerte, como los tienen las ruinas que hace el tiempo, teniendo aquéllas el repulsivo sello de la destrucción, como las que hace el hombre, o produce un cataclismo. Alzábanse aún trozos de paredes con los huecos que tuvieron; pero los unos, despojados de sus vidrieras y celosías, parecían ojos sin párpados, y los otros, privados de sus puertas, parecían entradas de cuevas. Los patios y las habitaciones, en alberca y rellenos de escombros, mostraban por sola gala alguna díscola ortiga o algún silencioso lagarto, que vestía del color de las piedras para no ser apercibido. Un débil eco respondía desde algun lóbrego pasadizo con exhausta e indistinta voz a las melancólicas reflexiones que...
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