Romano

16/04/2009 1.831 Palabras

Arte romano A diferencia del arte griego, el romano no siguió un proceso interno de maduración; se trata más bien de un arte ecléctico, cuyo desarrollo debe analizarse a la luz de la cultura helenística. El arte romano se formó bajo la profunda presión de la influencia cultural griega; influencia a la que tuvo acceso por vía directa a través de las fundaciones griegas de la costa meridonal de Italia (Magna Grecia) e, indirectamente, a partir de los estrechos contactos que mantuvo con Etruria. El arte romano presenta diversas etapas de desarrollo. Del periodo inicial, definido también como periodo de la Roma subetrusca o primitva, quedan pocos vestigios. La evolución cultural de Roma primitiva estuvo determinada en gran parte por la civilización etrusca del norte, en especial durante la etapa en que el Lacio y Roma quedaron bajo la hegemonía de la dinastía etrusca de los Tarquinos (s. VI a.C.). De los etruscos, los romanos adoptaron el alfabeto y el concpeto de urbanismo, que los primeros a su vez habían aprendido de los griegos. El arte romano, propiamente dicho, aparece durante los ss. II-I a.C., como resultado de las profundas transformaciones sociales y crisis políticas de los últimos tiempos de la República. En el curso de esta etapa, la ciudad de Roma se convirtió en una gran urbe, donde se consolidaría la cultura artística helenística, dando lugar a un lenguaje formal propio, fruto de las exigencias de la sociedad urbana, y se sentarían las bases de lo que sería el arte romano durante los tres primeros siglos de nuestra era (arte imperial). Es éste el momento en que gran número de artistas griegos de la Italia meridional, Alejandría, Rodas, Asia Menor y de la misma Atenas se trasladaron a Roma, a fin de trabajar para acomodados mecenas y transmitir su saber a los artesanos locales. El arte imperial se caracteriza por sus monumentales construcciones de carácter urbanístico y arquitectónico. Sobresalen los grandes proyectos de ingenería, tales como acueductos, puentes, edificios para espectáculos de masas (teatros, anfiteatros, circos) y arcos de triunfo, monumentos de finalidad política erigidos para conmemorar las conquistas y las victorias militares. En Roma ciudad existen colosales consturciones como el Coliseo, un gran anfiteatero, o los arcos de triunfo de Tito, Trajano y Septimio Severo. Existen también magníficos ejemplares repartidos por todo el imperio, y que dan testimonio de la importancia que tuvo el arte provincial romano. En España cabe señalar, entre otros, el teatro y el anfiteatro de Mérida, el acueducto de Segovia, el puente de Alcántara, en Cáceres, el anfiteatro de Tarragona, la Torre de Hércules, más conocida como el faro de La Coruña, y todavía en uso, y los arcos de triunfo de Medinaceli, Soria, de tres luces, y el de Bará (Berà), en Tarragona, de un solo vano. En Francia, presenta un gran interés el acueducto y anfiteatro de Nîmes, así como el teatro y el arco de Tiberio de Orange (Provenza). Otras manifestaciones dignas de mención son el arco de triunfo de Jamilah (Argelia), el acueducto y anfiteatro de Cesarea (Israel), el arco de Adriano en Atenas o los teatros de Sabratha (Libia), Dougga (Túnez) y Timagad (Argelia). Especial importancia tuvo el desarollo del urbanismo, que originó un nuevo tipo de ciudad, de trazado ortogonal o bien de tenedencia a la disposición regular, organizada alrededor de un gran núcleo central, el foro, donde se cruzaban en ángulo recto las dos calles principales (cardo y decumanus), y tenía lugar la actividad social, política y económica. Otras construcciones representativas de esta nueva concepción urbanística son los templos, las termas, los mercados y las basílicas, estas últimas edificios de finalidad civil, ubicadas generalmente cerca del foro. De ellas existen magníficos ejemplos en la ciudad de Roma, donde cabe mencionar los templos de la Fortuna Viril y el templo circular de Vesta, el Panteón, las termas de Caracalla y el mercado de Trajano. Una de las manifestaciones más importantes del arte romano imperial es la escultura; importante no sólo por su gran producción estatuaria en mármol y bronce, sino también por la elaboración de pequeñas estatuillas de bronce, destinadas a ornamentar las viviendas. Si bien la escultura romana estuvo influida en gran medida por el helenismo, de aquí el que existan copias de originales griegos repartidas por todo el imperio, también desarrolló una estatuaria propia, practicando la técnica del retrato con un marcado carácter realista. Durante el periodo de Augusto, la escultura romana tuvo un moemneto de esplendor; son notables los relieves de inspiración griega de Ara Pacis, un monumental altar construido por Augusto en el 13 a.C. para comemorar la paz que suguió a las guerras civiles. La pintura romana ha sido estudiada básicamente en Pompeya, Herculano y Roma. Una de las manifestaciones artísticas que mayor fusión tuvo en todo el imperio fue el mosaico: pensado y diseñado para pavimentar suelos y cubrir paredes, podián ser de tipo bicromo, combinando teselas blancas y negras, o bien policromos. Las composiciones eran a menudo complicadas, con motivos vegetales ornamentales o formando escenas. La cerámica, de calidad inferior a la griega, tuvo un cierto caracter industrial y se extendió también por todo el imperio. Entre las más representativas cerámicas romanas cabe mencionar la terra sigillata y la cerámica de paredes finas, esta última decorada con la técnica de la barbotina, y denominada así porque el grosor de sus paredes oscila entre 1 y 3 mm. Fue también notable la fabricación de lucernas de terracota y las ánforas destinadas a contener aceite, vino y salazones como el garum. Otras producciones artísticas importantes son la epigrafía, la numismática, las artes suntuarias (la metalistería decorativa, las piedras preciosas grabadas y la joyería), y el vidrio. La etapa final del arte romano corresponde a los dos últimos siglos del imperio (ss. IV y V), y suele definirse como arte tardorromano o arte romano tardío. El monumento que mejor ejemplariza esta profunda transformación es el arco de Constantino en Roma, el cual comprende elementos formales de los estilos de la época de Trajano, Adriano, Marco Aurelio, y el mismo Constantino. La arquitectura tardorromana puede dividirse en edificios religiosos (iglesias) y arquitectura civil. Las iglesias suelen ser de dos tipos: basílicas de planta rectangular, que tienen su origen en las basílicas civiles imperiales, o las iglesias de planta central (cruciforme, poligonal, cuadrada o circular), que derivan del mausoleo pagano. Sobresalen las basílicas de Majencio o Constantino en Roma, así como la iglesia de los Santos Apóstoles, construida por Constantino, y la iglesia de Santa Sofía, obra de Justiniano, ambas en Constantinopla, y el Santo Sepulco de Jerusalén, también erigido por Consantino. De la arquitectura civil de este periodo existen pocas manifestaciones; consisten en vastos palacios que ejemplarizan el carácter absolutista y sagrado del gobierno imperial. Cabe mencionar los palacios de Spalato (hoy Split), Salónica y Tréveris, todos ellos del s. IV. El mosaico tuvo durante este periodo un gran desarollo. Presentan especial interés el mosaico del ábside de la iglesa de San Vital (h. 550) y el mausoleo de Gala Placidia, ambos en Rávena, y el conjunto musivario de la villa bajoimperial de Piazza Armerina, en Sicilia, probable residencia del emperador Majencio, datado en el s. IV. Referente a la pintura se han hallado algunas representaciones importantes en las catacumbas; éstas consisten en una evolución de la decoración de interior romana, pero con elementos de la iconografía cristiana. Entre las principales muestras cabe citar las catacumbas de vía Latina en Roma. Otro aspecto importante del arte romano tardío es la ilustración de manuscritos, cuyos ejemplares más antiguos conservados son posteriores al 350. El arte tardorromano no finalizó de un modo repentino, sino que tras la caída del imperio de Occidente algunos aspectos de la tradición romana perduraron en el arte bizantino. Por otra parte, la evolución del arte romano bajoimperial derivaría en el arte primitivo de la Edad Media. De aquí que algunos autores prefieran utilizar el término arte de la antigüedad tardía para referirse a las manifestaciones artísticas posteriores al s. III.

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