V. Los años cruciales (1511-1517)

«Dictado sobre los Salmos»

Su estudio y trabajo se centra en su condición de profesor de Escritura. Su título de doctor y maestro en teología lo consideraba como «un ministerio profético». La cátedra era una misión apostólica. La Biblia, el libro que tenía que explicar y defender contra los perros que lo destrozaban. Tiene por delante treinta y seis años de profesor —con sólo dos de interrupción— en los que explica ante un público enfervorecido todos los libros de la Escritura.

Su magisterio bíblico se inicia con el Dictado sobre el Salterio (1513-1515). Consciente del momento, sube a la cátedra y comienza: «Habéis venido, Padres y varones óptimos y respetables hermanos con gran espíritu de benevolencia, para honor del gran profeta David, de quien vamos a tratar. No puedo yo sustraerme a este deber de proclamar sus alabanzas, sino que más bien debo ser el primero en exaltar con un prefacio encomiástico al ilustrísimo profeta…» Un poco retórico, ciertamente.

Su método como profesor era el siguiente: imprimió el salterio en latín con amplios márgenes en los que ponía sus glosas personales muy breves. Aparte redactó, en forma literaria y perfecta, amplios escolios, donde aparece su pensamiento. Para ayuda de los alumnos, dictaba una especie de sumario de lo que iba a tratar. A la clase precedía un intenso estudio del texto. «Cuando encuentro un texto áspero y difícil, cuya cáscara se me hace dura, lo golpeo con la piedra y enseguida descubro su pulpa sabrosísima.» La piedra es Cristo, centro de la Biblia.

Este primer libro está dentro de la línea ortodoxa de los comentarios al uso en las universidades de la época. Un poco a caballo de la Edad Media y el Renacimiento. Tiende a explicaciones alegóricas, de las que se reirá más tarde. Se aprovecha del sentido tropológico o moral, «sentido primario de la Escritura», sobre todo para flagelar los vicios que encuentra a su alrededor. Su horizonte inmediato son los frailes y eclesiásticos.

Desde el punto de vista dogmático, se mueve en estos comentarios dentro de una falta de claridad e imprecisión teológica, que si bien no podemos llamar herética, sí que nos muestran la fermentación que se opera en su alma. Los temas sobre la justicia de Dios, su misericordia, el pecado del hombre y su justificación —temas favoritos de Lutero— aparecen ya, si bien no con la impostación que van a adquirir muy pronto.


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