V. Los Inventos Modernos, el Amor y la Revolución
FUE a los trece años cuando Santiago descubrió el ferrocarril. Su familia vivía entonces en Sierra de Luna. El debía trasladarse desde esta localidad hasta Huesca. En el viaje le acompañaba su abuelo paterno. Al ver aquella mole imponente compuesta de bielas, palancas, ruedas y cilindros, Santiago, que todavía tenía muy vivo el recuerdo del accidente ferroviario ocurrido hacía algunos meses, se sintió aterrorizado. Aquella máquina le pareció un animal apocalíptico forjado con metal: sus pulmones echaban fuego, sus costados despedían chorros de vapor, en su estómago descomunal ardían montañas de hulla. Los resoplidos de aquel monstruo destrozaban sus nervios. El valor le abandonó por completo y gritó a su abuelo que prefería ir a pie. Pero aquel forzudo y ágil montañés de setenta y cinco años le metió a empujones en un vagón. Santiago, sudando la angustia, se vio apretujado entre maletas, cestas, animales, labriegos y aldeanas. Poco después se encontraba...
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