Viaje al centro de la Tierra: Capítulo 25
Viaje al centro de la Tierra Capítulo 25 de Julio Verne Me desperté, pues, el domingo por la mañana sin la preocupación habitual de tener que emprender inmediatamente la marcha; y por más que esto ocurriese en el más profundo abismo, no dejaba de ser agradable. Por otra parte, ya estábamos habituados a esta existencia de trogloditas. Para nada me acordaba del sol, de la luna, de las estrellas, de los árboles, de las casas, de las ciudades, ni de ninguna de esas superfluidades terrestres que los seres que viven debajo del astro de la noche consideran de imprescindible necesidad. En nuestra calidad de fósiles, nos burlábamos de estas maravillas inútiles. Formaba la gruta un espacioso salón sobre cuyo pavimento granítico se deslizaba dulcemente el arroyuelo fiel. A aquella distancia, se hallaba el agua a la temperatura ambiente y no había dificultad en beberla. Después de almorzar, quiso el profesor consagrar algunas horas a ordenar sus anotaciones diarias. -Ante todo...
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