EN pleno fervor por lo caricaturesco y emborronado, edita don Ramón, meses antes de su contrato ventajoso, el primer eslabón de una cadena que va a titular El ruedo ibérico. La corte de los milagros, novela de filiación análoga a Tirano Banderas, ofrece una deliciosa y guiñolesca descripción de la España del mil ochocientos sesenta y tantos, con sus chismes palaciegos, con sus intrigas políticas, con su sonada revolución del 68 y con toda su colección de estampas costumbristas que se disfrazan con los eficaces tintes chillones de la nueva manera de hacer. El cóncavo espejo del esperpento recorre, como un Diablo Cojuelo deformador, cámaras reales y gabinetes aristocráticos, rectorales y mansiones villanas, para transportarnos a un mundo histórico, picaresco y estilizado, donde los figurones de cartón adquieren rasgos reciamente logrados. El año subversivo —1868— está perfectamente captado por el preciso objetivo de Valle-Inclán: «El marqués frenaba las...