Y por último, la imaginación
Y POR ÚLTIMO, LA IMAGINACIÓN Zabaglione alla macedonia. Lo peor que le puede ocurrir a un libro de gastronomía o de cocina es intentar suplir a la imaginación. La base de una buena comida, especialmente si es italiana, estriba en el ingenio, en la habilidad del ama de casa para detener un guiso en su punto justo, en el instinto de un anfitrión al decantar sus vinos; y también – por qué no – en el mérito de unos comensales que saben unir al buen paladar el complemento de una brillante conversación. En la magnífica Florencia de los Médicis nunca se organizaba un convite con más de nueve comensales, de forma que la conversación general no se dispersase. Muy importante se consideraba también el aderezo de la mesa, detalle que sigue siendo una muestra de hospitalidad y de gusto. Grandes artistas, como Benvenuto Cellini, trabajaron para las mesas del Renacimiento, creando vasos, saleros y cubiertos de bellísima factura. El tenedor fue inventado en Italia, y todavía se...
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