Español
Introducción La definitiva unificación territorial de los diferentes reinos peninsulares tras la conquista de Granada (1492), realizada por los Reyes Católicos, y la expansión debida al descubrimiento de América en esta misma fecha, permiten hablar del español como lengua del Imperio frente al castellano (v.) como dialecto del antiguo reino de Castilla. Es significativo que en ese mismo año se publicara la Gramática de la lengua castellana de Antonio de Nebrija, primera de una serie de otras dedicadas al estudio de la lengua española, entre las que también destacan el Diálogo de la Lengua de Juan de Valdés (h. 1530-1540) y el Tesoro de la lengua castellana o española(1611) de Sebastián de Covarrubias. La intención de este conjunto de obras es fijar normas para dar consistencia al idioma. A partir de entonces el español gozará de extraordinaria difusión por toda Europa apoyado en las importantes obras literarias surgidas y traducidas a diferentes idiomas en el Siglo de Oro, momento en que se produjo la unificación de la lengua literaria. Durante los ss. XVI y XVII se constituyó el español moderno. Se consumaron las evoluciones fonológicas y gramaticales hasta alcanzar un alto grado de estabilización. No obstante, en el habla vulgar y rústica pervivieron, y perviven aún hoy, algunas vacilaciones que la lengua culta eliminó. Entre los cambios más importantes de esta época se encuentra, en el nivel fónico, la lenta y progresiva disminución de las vacilaciones en el vocalismo átono (recebir-recibir) y en la solución de los grupos consonánticos (dino-digno); el reajuste de los fonemas sibilantes, la /s/ palatal (en la que confluyen los fonemas sordo y sonoro /s/-/z/) retrae su punto de articulación convirtiéndose en velar, /x/, (mujer, hijo, dijo), cuya oposición con los fonemas /k/ y /g/ resulta, así, paralela a la de /f/ con /p/ y /b/; por otra parte, la /s/ (procedente de la confluencia de /s/ y /z/) pierde su momento de oclusión convirtiéndose en la actual /c/ fricativa, interdental, sorda (hacer, maleza). En el nivel morfosintáctico, la conjugación verbal se fija definitivamente (”cantara” como imperfecto de subjuntivo frente al valor etimológico del pluscuamperfecto de indicativo hasta entonces; las terminaciones verbales en -ades, -edes, -ides se van substituyendo por -áis, -éis, -ís; haber se convierte en el único auxiliar en la formación de los tiempos compuestos), aparece la preposición “a” ante complemento directo de persona y desaparece el uso del artículo ante posesivo.
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