El esplendor artístico musulmán
Introducción La mezquita del sultán Ahmet I, obra del arquitecto Mehmet Aga, de principios del siglo XVII. Por el color dominante de los azulejos, el azul, se la conoce popularmente como la Mezquita Azul. Minarete de la mezquita en la medina, Rabat. El minarete es un elemento esencial de la mezquita, pues sirve para recordar a los fieles las horas de oración. Torre del ribat de Susa, Túnez. Construcción de carácter defensivo, la torre de esta fortaleza-monasterio fue edificada a finales del siglo VIII para protegerse de los ataques de los bizantinos. Como los minaretes o alminares, es el elemento arquitectónico más elevado de las construcciones musulmanas. Puerta del Vino, en la Alhambra de Granada, con un arco de herradura apuntado y dovelas rebajadas en relieve. El arte islámico se caracterizó por el empleo de una gran diversidad de formas de arcos, como el de herradura, el lanceolado o el polilobulado. Detalle de la entrada al oratorio de la Aljafería de Zaragoza que, con su esbelto arco de herradura y profusamente decorada, es testimonio de la gran sensibilidad artística de la España musulmana. Monumento a los caídos por la Revolución en la Plaza Tahrir, obra del escultor Gawad Salim. Al fondo la mezquita Abd al-Kadir al Djilami, Bagdad. El arte islámico adaptó en un primer momento las cúpulas semiesféricas bizantinas, decoradas con azulejos y dibujos superpuestos que cubren toda la superficie abombada y bulbiforme superior. Arquería lateral de la mezquita de Córdoba, donde se aprecian dos de los elementos característicos de su arquitectura: el arco de herradura y el modillón de rollo. Los arquitectos árabes adoptaron el mismo sistema empleado por los romanos, el de la superposición de arcadas para elevar los techos a la altura deseada. Interior de la cúpula de la capilla del mihrab de la mezquita de Córdoba, decorada con mosaicos que reproducen temas epigráficos y vegetales. Los nervios se entrecruzan y forman un polígono de ocho lados que enmarca una cúpula gallonada. Mihrab de la mezquita de Córdoba. La funcionalidad del mihrab es semejante a la de los ábsides cristianos, y se halla situado normalmente en la zona central de la cabecera de las mezquitas, precedido por una cúpula con ornamentación muy lujosa. Exterior de los pórticos de la Mezquita Azul, en Estambul. Las mezquitas se construyeron siguiendo el ejemplo de la residencia del profeta Mahoma, que contaba con un patio interior porticado. Interior de la mezquita de Solimán, con el mihrab al fondo, en Estambul. El edificio, considerado la obra maestra del arquitecto otomano Sinan, del siglo XVI, está concebido como una enorme cúpula que centra la estructura entera. Sus numerosas ventanas permiten la entrada de los rayos de luz, que se reflejan en el mármol y dan a la estancia gran luminosidad. Patio de la Gran Mezquita de Susa. El patio de esta mezquita fortaleza, transformada en lugar de oración, presenta pilares juntos y una serie de arcos pesados y de herradura. Eivan o pórtico suroeste de la mezquita del Viernes (Masjed-e-Jomeh), en Isfahan, Irán, ejemplo de la maestría del arte musulmán. A partir del siglo XIII se produce en Persia un gran desarrollo del mosaico de azulejos, compuesto de piezas cerámicas minuciosamente recortadas en diversos perfiles y tamaños, que se encajan perfectamente unas con otras para formar complicados dibujos de conjunto. Decoración de yeserías con inscripciones en el patio de los Arrayanes del palacio de Comares de la Alhambra de Granada. Para el Islam la palabra escrita es la expresión directa de la palabra de Dios, que siempre debe ser recordada. De ahí el enorme interés por la caligrafía, que sustituyó la imagen por el concepto. A lo largo de su historia los árabes han desarrollado el arte de la escritura, ya que forma parte no sólo de la ornamentación de su libro sagrado, el Corán, sino de sus mezquitas, palacios, miniaturas e infinidad de objetos. Naves de Almanzor, de la mezquita de Córdoba. La ampliación llevada a cabo por Almanzor en el siglo X consistió en la construcción de ocho naves al este de la sala de oración, aunque desde un punto de vista técnico se repite el mismo tipo de arquerías empleadas con anterioridad en la mezquita. Zócalo de azulejos de los baños reales de la Alhambra de Granada, en el palacio de Comores. La decoración con mosaicos fue una técnica ornamental muy extendida en el arte islámico, y un ejemplo de ello es la Alhambra, donde abundan los arrimaderos de cerámica vidriada con magníficos y vistosos dibujos. La progresiva expansión del dominio musulmán supuso la difusión no sólo de sus creencias, sino también de las formas políticas, económicas y sociales que caracterizaron el mundo islámico. La cultura musulmana había nacido de la mano de un caravanero del desierto, y ello la convertía en una cultura abierta, acostumbrada tanto al intercambio de mercancías como de ideas. Ello dotó a la civilización musulmana medieval de una enorme capacidad creativa, con un arte producto tanto de su originalidad creadora como de la capacidad de asimilación de los gustos e ideas de los territorios sobre los que extendió su dominio.
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