El final de las Cruzadas
Introducción Cuando los primeros cruzados partieron para liberar los Santos Lugares, sentían sin duda en su espíritu las palabras del papa Urbano II: «Hermanos, tenemos que sufrir mucho en nombre de Cristo… según lo que el Señor dijo a sus discípulos: Debéis sufrir mucho en mi nombre.» En un gran impulso de entusiasmo, nobles y plebeyos estaban dispuestos a cualquier sacrificio para cumplir su piadoso designio. Pero un siglo después, los señores francos establecidos en Tierra Santa eran colonos más que cruzados, y gozaban de las ventajas de extensos feudos y de una dulce civilización. Del mismo modo, para los comerciantes, los armadores y los banqueros, la Guerra Santa se convirtió en fuente de provechosos negocios. El espíritu de la Cruzada había muerto. Venecia, con sus ambiciones mercantiles, quiso ser la principal beneficiaría de las últimas expediciones.
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