Bandurria
I. ESPAÑA Cordófono punteado. Denominado también mandurria. Se conocen pocas menciones a este instrumento anteriores a 1500: una en la General estoria (ca. 1275), dos en el Libro de buen amor (ca. 1330), de Juan Ruiz, otra en el poema Una coronación de Nuestra Señora (ca. 1450), de Fernán Ruiz, y otra en el Tesoro de varias poesías (ca. 1490), de Juan de Padilla. Juan Ruiz la incluye entre los instrumentos en los “que no convienen los cantares de arábigo”. En 1555 Juan Bermudo le dedica dos capítulos y algunos párrafos sueltos en su Declaración de instrumentos. Por esta fuente se sabe que la bandurria tenía tres cuerdas o, más precisamente, tres órdenes. Su temple abarcaba una octava entre las dos cuerdas extremas y permitía dos variantes para la central: temple antiguo, a distancia de cuarta de la cuerda grave –“el común que agora se usa”– y temple moderno, a distancia de quinta. Bermudo afirma haber visto algunos ejemplares de cuatro cuerdas e, incluso, instrumentos americanos con cinco y propone posibles temples de dos cuartas y de dos quintas. Según el mismo autor, había quien la tocaba sin trastes, pero Bermudo recomienda su uso y dice haber visto en Andalucía bandurrias con quince trastes. El inventario de bienes de Felipe II (1602) registra “una bandurria de cuatro órdenes, la tapa de enebro y barriga de concha natural de tortuga” y “otra bandurrilla de cuatro órdenes, de boj, con un rostro de mujer por remate”. Tres órdenes (“con tres lenguas siete voces mueve”) tenía la bandurria de Felipe de Casaverde, a quien Juan Esquivel Navarro dedica encendidos elogios en sus Discursos sobre el arte del danzado (Sevilla, 1642). Lope de Vega en La Dorotea (1632) afirma que “es instrumento pequeño que, a guisa de los que lo son, en subiéndosele el humo a las narices tapará un órgano”. En el mismo pasaje introduce al pastor Bandurrio para burlarse del poeta Luis de Góngora, que en alguno de sus versos afirma tañer la bandurria. Precisamente en una colección manuscrita de obras de Góngora (E:Mn, Ms. 4118) se conservan seis páginas de música cifrada para un instrumento de cuatro órdenes afinados en cuartas con pasacalles, gallarda y jácaras, seguramente la música más antigua para este instrumento (transcrita y publicada por J. J. Rey, 1993). En la biblioteca de la Fundación Gulbenkian, de Lisboa, se guarda otro manuscrito de época posterior con treinta folios de cifras para bandurria de cinco órdenes.
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